Cayó la tarde sobre los sauces desmelenados.
Cayó la tarde sobre tu pelo alborotado.
La misma tarde con dedos rojos rompió las trabas
y entré en tu cuerpo,
y entré en tu cuerpo que lentamente me devoraba.
Cayó la noche,
cayó la noche sobre juncales ya conjurados.
Y un rayo tibio,
un rayo tibio quemó mis labios enamorados,
Pero de vuelta,
pero de vuelta tras la ventana donde morabas
vimos la sombra;
vimos la sombra de un hombre triste que te esperaba.
Cuántos dolores dan los amores que están despiertos
y de repente el fuego de frío ha muerto.
Tristes amarras que se cortaron de amanecida
con los puñales que inexorable forja la vida.