Ella tuvo que dejar la escuela,
como su mamá, como su abuela,
dinastía fatal de los de abajo.
Y en el tiempo de jugar rayuela
y mirar de tarde las novelas,
en vez de sonar, buscar trabajo.
Y por sus manos pasan toneladas
de jabón y como el agua
de los platos, de los ríos,
se le escurre su destino...
ay... esta niña, mi niña del olvido,
quién pudiera rescatarte del vacío.
Suerte que él enciende su sonrisa
y que tiene la justa caricia
que la hace temblar y no de frío.
Y él tiene planes, tiene sueños
y en un cuarto gris ellos son dueños
de sus gritos, de sus vuelos,
de poder tocar el cielo...
Ay... esta niña, vendré en la madrugada,
si se trata de perder, no pierdes nada.
Y creció tan pronto la esperanza
que empezó a notársele en la panza,
que engordaba con nada en la mesa.
Ël sabia que a las diez pasaba
el camión donde antes trabajaba
y podía tomarlos por sorpresa.
Apunta y pide los billetes y el revólver de juguete
tiembla igual que cada hueso por tomar doscientos pesos...
Ay... esta niña, mi niña que te quiero
tanto como para no morir de miedo.
Ay... esta niña, regresare temprano
con caricia y comida entre las manos.
Premeditación y alevosía, para el juez, para la policía,
para mi fue amor, para el diez años
y para ella no hay otro camino que volver a su destino
de los trapos de los pisos, de los sábados permiso...
Ay... esta niña, mi niña no te vayas
que no puedo resistir tras la muralla,
Ay... esta niña, otra niña que aparece,
no me dejes morir mientras ella crece.