No le seques la pluma al poeta,
No le calles la frase exquisita,
No le taches su vieja receta,
Esa de escribir lo que se necesita.
No le seques la pluma al poeta,
Permitile que su alma se brinde,
No lo escondas tras una careta,
No le des el puesto donde menos rinde.
Y que alumbre la noche el lucero,
Que reprima sin fe el policía,
Que levante el cimiento el obrero,
Mientras el poeta escribe poesías.
Que los jueces cuiden sus oficios,
Que el examen lo tome el docente,
Que el que sabe alce un edificio
Pero que el poeta le escriba a la gente.
Yo no quiero peras del manzano,
Ni suspiros de una marioneta,
Ni la caja del supermercado,
Atando las manos de los poetas.
No le seques la pluma al poeta,
No le robes su amor imposible,
No le imprimas en su camiseta
La frase final de los versos de un jingle.
No le seques la pluma al poeta,
Y dejá que trabaje de loco,
Que la cuerda verdad siempre aprieta
Y para aflojarla nos quedan muy pocos.
El zapato para el zapatero
Enfermeros junto al cirujano
Y el poeta bajo el aguacero,
Hablando de luz, de color y veranos.
Que el cronista alimente a los diarios
Y la madre a sus hijos pequeños,
Que el que manda se aumente el salario,
Pero que el poeta te agrande los sueños.
Yo no quiero letras de letrados,
Ni discursos de falsos profetas,
Ni el volante de un coche alquilado,
Gastando las manos de los poetas.
Yo no quiero un ritmo consagrado,
Ni aturdirme con su pandereta,
Hoy prefiero quedarme a tu lado,
Bailando este vals de los poetas.
Bailando este vals de los poetas