Gallego, leí en un libro la historia del exterminio, cuando en menos de dos siglos acabaron con los indios. Les fumaron el tabaco y en el nombre del pudor les hicieron usar ropa y morirse de calor. Gallego, a mí me contaron de inquisitivas hogueras, de arcabuces y de espadas, y enfermedades venéreas. Gallego, a mí me contaron que acabaron con sus ritos y no dejaron ni a uno pa'bailar el areíto. Gallego, sino es porque la ira no me ciega ya te hubiera incendiado la bodega como en los tiempos remotos, y al amparo de la ley quemaron en la hoguera al indio Hatuey. Gallego, sino fuera gente civilizada, ahora mismo asaltaba tu embajada y a todos los funcionarios los tomara de rehenes y los mandara a construir los pedraplenes. Gallego, a mí me contaron
sobre la trata negrera y de tu ancestral manía de amancebarte con negras. Del cepo, de la tortura, el látigo y barracones y safaris con jaurías para cazar cimarrones. Gallego, a mí me contaron que a pesar de las golpizas nunca pudieron tus cuadros contra las cargas mambisas. Y me dijeron que cuando se puso la cosa dura nos vendieron a los yanquis como una fruta madura. Gallego, la historia es espiral que nunca acaba: uno la lleva alante, otro la caga. Si Maceo resucita y va a entrar al Sol Meliá, yo creo que se arma otro Baraguá. Ay, gallego, y te preguntarás por qué yo atizo cenizas con espíritu enfermizo. Yo andaba con mi ignorancia y con mi mala memoria, pero es que justo ayer leí el libro de historia nacional.