Era un día feliz en la tierra.
Era un día feriado, lo juro.
Y los hombres que se levantaban se iban a un bar
y tomaban con tino y mesura pues no hay penas para olvidar.
Es un día que no conocemos.
Es un día que está por llegar.
Las parejas se amaban sin miedo al acecho social.
Y no habían ni dama, ni tope, ni azote moral.
Y sedientos bebían del río,
ya no contaminan las aguas.
Y los niños jugaban sin prisa
y en sus juegos no habían contrarios.
Los ancianos ya no sermoneaban su longevidad
ni las mozas corrían y no hacían dieta para adelgazar.
Y esta suerte de la que soy dueño
fue a parar a mi carga en un sueño
y el mundo que no toma sedantes
se ha puesto a soñar
con la naturaleza y los padres de la humanidad.
Y entre sueños y sueños el mundo
parece cambiar de colores.
No crean que no pueden soñar despiertos,
que cerrando los ojos y la nariz,
quedarán por ahí los pedazos sueltos
y los tristes mal tragos de tu país.
Ya no hay nubes oscuras ni rayos,
ni madres en la Plaza de Mayo,
ni peregrinaciones a un santuario.
Y en las auténticas alamedas
no habrá sitios ni toques de queda
ni escuadrones matando en la vereda.
No habrá más procesiones urbanas
ni tragedias centroamericanas
ni una espina clavada en Guatemala o en Nicaragua.