Aló, Estocolmo, ¿cómo está señor violín? ¿Le sienta bien la sinfónica y ser el primer atril? Yo sé que a veces pega duro el frío que el idioma es un hastío que no te deja vivir. Yo sé que tú prefieres la charanga pero el mundo es una ganga y no te da para elegir. Aló, Caracas, ¿cómo está doña Talía? ¿Cómo le va en la porfía de vivir del culebrón? Yo sé que es preferible un melodrama que ser la primera dama de un teatro sin función. Yo sé que tu belleza se marchita y es mejor en Santa Rita que en el Barrio Luyanó. Y yo te amo entre las brumas de mi coro. Yo te adoro, yo te adoro y tengo penas vitales por ti. Y entre los dogmas medievales te defiendo. Yo te entiendo, yo te entiendo y espero que hagas lo mismo por mí. Aló, Miami, ¿cómo está señor paisaje?
Era de ida el pasaje, lo sabía hasta el Emir. Yo sé que nada inspira y encabrona, cargar en tu vieja Poma agua para subsistir. Si un día se te olvidan los manglares por correos celulares, te los voy a remitir. Aló, Canarias, ¿cómo estás señor poeta? Me contaron de la arenga que diste en Radio Martí. No sean tus plumazos inspirados para un solo condenado, pues te puede repetir. Y espero que en aquel país profano los alcoholes sean más sanos que el bouquet del azuquín. Aquí La Habana, al otro lado de la línea. Yo te cambio mi gramínea por un cuento de París. Andamos como putas en cuaresma cada uno con la regla o un período sutil. Recuérdame en un día de neuralgia y en tu cuarto y con nostalgia, guarda un sitio para mí.