Se la llevaron renga y por la fuerza bruta, yo no la vi, pero ¡ay de quién me lo discuta! Los libros de teatro fueron olvidados, hicieron una pira con los egresados. Su casa fue tomada por la inquisición. Trajeron a Zoonosis porque el perro muerde. Su casa más que casa siempre fue un albergue. Nos inició en el rito casi espeluznante de las sectas secretas del amor al arte de la droga pesada de la creación. Mi profesora está tan mal, como una peña literaria. Yo voy a verla al hospital, a comulgar con su malaria. Le llevo cerveza escondida
en los análisis de orina y el canabis camuflado en un cigarro Popular. Y hace bien, que estoy en vía de ir hacerle compañía a ese lugar. Yarini se perdió en un baño clausurado, y Káiser se comió la cuota del mercado. Lo devoramos todo como las tambochas, le dejamos la vida y la esperanza mocha, anemia progresiva y síndrome de alcohol. Y aunque ya estaba desahuciada y sin bombillos le abrió su puerta a los negros de Romerillo. En aquel palacete hecho de barajas le dieron regular y ella pidió la baja y se mudó a la casa de François Villon.