Yo te salvé del disfraz de la rutina de aquella maniquea columbina. Yo te salvé de tu autocompasión y te salvé de los vaivenes de tu fe y de tu noche, tu vigilia, sobredosis de pastillas y del tan bajo nivel de tu autoestima. Yo te salvé de saltar más de una vez al vacío, transitorio desafío. Yo te encontré en el umbral del alcohol y te salvé de tus terribles pesadillas de tu soledad agreste, de tu té con simpatía
de tu asma contagiosa y tu bulimia. Y no me pude salvar de tus salvas, soy un salvador a mansalva. Anda, tírame un cabo, algún salvavidas, ya sabes que tengo tendencia suicida. Yo te salvé de llorar, yo te salvé de llorar y desde entonces alucinas. Yo te entregué viva en la pleamar y por las dudas te salvé de la caída, de tu pinta tan extinta, tu sonrisa tan postiza, tu ceguera, tu cigarro y tu ceniza.