Al pasar un pescador en su barca marinera junto a las rocas que baña el mar oyó una voz cantar ... y remando se acercó donde rompe la escollera, con ansias locas de aprisionar la dulce voz aquella. Cuando tiró la malla de sus redes pescó a la sirenita de los reflejos verdes. El pescador la vió con luz de luna, y al quererla tocar, para escapar de él se convirtió en espuma.
Desde entonces cada vez que la luna es luna llena en su barquilla va el pescador buscando un rumor ... pero el único cantar nunca es de la sirena, sino de olas al reventar allá, en la mar serena. Bajo de él, en las profundidades, jugaba la sirena con perlas y corales, en libertad muy lejos de su alcance; sin salir nunca más porque la ley del mar no sabe de romance.