Spoken
La gente adulta, las personas ya crecidas, son incomprensibles, y sus juegos habituales carecen de sentido. Tal es la opinión de Cri Crí. Los mayores casi siempre se divierten con un juego que llaman comercio, el comercio se juega así: dentro de la tienda hay un largo mostrador detrás del cual hay una señorita o un jóven que se pasan el día mirando hacia la calle. Entran otras personas a cambiar dinero por objetos poco interesantes, que rara ves son dulces o juguetes. El que entró vuelve a salir con su paquete y el vendedor guarda el dinero en un cajón. ¿Para que lo guarda? ¡Con lo bonito que es arrojar las monedas al riachuelo para verlas brillar en el fondo como peces redondos! Ese juego de cambiar dinero por cosas que no son ni golosinas ni muñecos, lo repiten sin cansarse jamás; y, lo que es peor, los jugadores nunca ríen. Hay otro juego de grandes que llaman "velada literario-musical". Lo juegan así: se llena un salón de gente sentada, una señorita canta algo muy agudo ¡como si acabara de ver un ratón! Después canta un señor con voz tan baja que recuerda un toro amarrado. Suele terminar el juego con otro señor más que dice versos, pero moviendo tan sólo las manos y los brazos. Si el declamador agregara alguna voltereta a su recitado, parecería mas bonito su acto. Al final, todos los sentados aplauden pero tampoco ríen. Cri Crí no puede comprender tanta seriedad: él prefiere los juegos de los pequeños en los que si hay carcajadas y se corre, se salta, se grita y nadie queda quieto.
Cuando un niño inconforme asegura que ya quiere ser grande, Cri Crí emplea toda su elocuencia para demostrarle que eso de crecer es una pérdida de tiempo. Además, para crecer, hay que soportar años terriblemente largos. Hasta la fecha han sido infructuosas los esfuerzos de los astrónomos para que la tierra gire más aprisa alrededor del sol; el día que lo logren, los años serán mas cortos y frecuentisimas las fiestas de aniversario con pasteles, tartas y lindos regalos. Con estos años tan largos mucha gente se aburre hasta el bostezo.
Aquéllos que trabajan nunca se hastían, si es que de veras trabajan; pero los desocupados, no sabiendo cómo usar el tiempo, caen en el tedio. Ignoran el placer que entraña una activa cacería de moscas, no se les ocurre rascarse la barriga, movimiento especial que dio origen a la invención de la guitarra, y ni siquiera contemplan las nubes algodonosas para observar los perfiles cambiantes que semejan cabezas de gigantes o de animales fantásticos. A lo más que se esfuerzan los ociosos, si tienen con qué, es a meterse en algún sitio nocturno como "El Barril Desvencijado", establecimiento en donde comen por dos, beben por cuatro y les cobran por ocho.