A mis amigos desconocidos: Hace un tercio de siglo, cuando aún no sabía qué rumbo tomar en la vida, di en recordar mi infancia. Imagen tan dulce y grata que trajo consigo una cascada de musiquita alegre. Escribir aquellas lejanas impresiones me reportó primero, un difícil pasar; después, un vivir modesto. Pero olvidando el signo del dinero, la verdadera fortuna consistió en dar forma a cien pequeños detalles de la primera edad. Escribir cada canción, cada cuento, me ha causado tanto placer y emoción que no cambiaría mi montón de papeles por un tesoro rutilante y yerto.
Gente hay que sabe de mis cantos; otros, por cosa de años, o de distancia, apenas van a conocerlos. A todos mis oyentes dedico esta parte de lo que llevo imaginando, con la esperanza de que tales pequeñeces también evoquen en ellos días lejanos de risas y juegos, con la misma intensidad que yo he sentido al hacerlo. De corazón... Cri-Crí