En las comedias antiguas, al final de la función, solían recitar un verso cuando ya caía el telón. El verso daba y pedía, con exquisitos primores: las gracias al auditorio y aplausos a los actores. Como yo no soy poeta ni tampoco un elocuente para no meterme en líos doy las gracias simplemente. Pero pido fuerte aplauso para mis muchos actores: varios perros, cuatro gatos, dos loros multicolores. La lechuza, el pato ronco, una cuadra de caballos, un burrito medio tonto y también un par de gallos. El corpulento elefante, un racimo de conejos, muchas ranas del estanque y sinfín de animalejos. Enumerarlos completos
ni por pienso intentaré: sería repetir de nuevo toda el Arca de Noé. Seres ingenuos, humildes, que ignoran cuán bueno es serlo, mas si ustedes no los quieren, entonces ¿quien va a quererlos? Repito mil gracias dobles a nombre de los citados, que a pesar de pelo y pluma no andan equivocados. Habiendo dicho y tocado cuentos y cantos que alegran, aquí terminan mis discos que son nueve ruedas negras. Por lo tanto digo adiós aunque es duro escabullirse pues, el que mucho se despide, pocas ganas tiene de irse. Y por fin, ya de camino, tomo el rumbo acostumbrado, salta y salta que te salta a lo largo del teclado.