En las comedias antiguas,
al final de la función,
solían recitar un verso
cuando ya caía el telón.
El verso daba y pedía,
con exquisitos primores:
las gracias al auditorio
y aplausos a los actores.
Como yo no soy poeta
ni tampoco un elocuente
para no meterme en líos
doy las gracias simplemente.
Pero pido fuerte aplauso
para mis muchos actores:
varios perros, cuatro gatos,
dos loros multicolores.
La lechuza, el pato ronco,
una cuadra de caballos,
un burrito medio tonto
y también un par de gallos.
El corpulento elefante,
un racimo de conejos,
muchas ranas del estanque
y sinfín de animalejos.
Enumerarlos completos
ni por pienso intentaré:
sería repetir de nuevo
toda el Arca de Noé.
Seres ingenuos, humildes,
que ignoran cuán bueno es serlo,
mas si ustedes no los quieren,
entonces ¿quien va a quererlos?
Repito mil gracias dobles
a nombre de los citados,
que a pesar de pelo y pluma
no andan equivocados.
Habiendo dicho y tocado
cuentos y cantos que alegran,
aquí terminan mis discos
que son nueve ruedas negras.
Por lo tanto digo adiós
aunque es duro escabullirse
pues, el que mucho se despide,
pocas ganas tiene de irse.
Y por fin, ya de camino,
tomo el rumbo acostumbrado,
salta y salta que te salta
a lo largo del teclado.