Tu voz rompió mi silencio
Cuando llegabas del mar.
Tu cuerpo limpio de engaños
Me traía la verdad.
La noche que tenía mi alma
Se convirtió en claridad
Y en tu cuerpo, compañera,
Mi vida eché a caminar.
El trigo de los veranos
Va cayendo lentamente.
Las hojas caen y caen
A su encuentro con la muerte.
Y yo empiezo a descubrir
En tus ojos la vertiente,
Agua pura y misteriosa,
Cuerpo de rosa naciente.
Pobre de los caminantes
Que se pierden en la noche,
Sin la mano compañera
Que los guíe por el monte.
Se hace tarde, compañera,
Y debemos continuar.
Será larga la jornada,
¡compañera, a caminar!