Tenemos un amor gigante
ardido sobre la humedad,
tenemos el vigor del aire
y el furor del mar.
Tenemos la ternura a punto
a salvo de la tempestad
y un beso que, ni al sol violento,
se desojará.
Tenemos el rigor del fuego
que el mundo recompensará.
Y no dejaré que acabe
y no dejaré que muera
y no dejaré que manche
lo que de virtud le queda.
Y no dejaré que falte
y no dejaré que duela
y no dejaré que embarre
la visión que le alimenta.
Y no dejaré que vuele
porque escapará, no tendrá control
y lo perderé.
Tenemos un milagro tibio
que el tiempo no derrumbará
sujeto de la luz de enero,
para comenzar.
Tenemos la esperanza fresca
el signo de la claridad
y acaso hasta un temor
que luego palidecerá.
Tenemos el fulgor eterno
tenemos la ocasión, ¿qué más?
Y no dejaré que acabe...