Mis nervios están muy jodidos esta noche, pero no te quedes.
No me hables, no pienses.
Ya no quedan ratas muertas entre los huesos, pero
tampoco me importa lo que pienses.
Los ruidos que se cuelan
debajo de la puerta no son más que los susurros de otras vidas y
no importan ya.
Desde aquel montículo de tierra,
molida y amarilla, puedo divisar los gritos.
Estatuas sobre cemento, hundiéndose.
Letras que antes eran significantes sobre nuestro
corazón desplazado. Ahora los sentimientos brotan
desde el estómago. Ascienden con la bilis,
verde y pegajosa, degustando el tacto
del agua que nos asesina.
Mis nervios. Un poco más de clonazepam, por favor.
Ya no vuelvas.
Sólo necesito postrarme de rodillas sobre la acera,
donde las ratas funden el sulfuro.