A veces, si me quedo muy quieta
y finjo estar dormida,
un monstruo se incorpora desde
mi estómago.
A veces, si el cigarro es muy largo,
lo veo salir entre el humo.
Como de puntillas.
A veces me mira llorando,
pero, aunque pida perdón,
él y yo sabemos
que no hay agua que lo cure.
Y no hay infierno en el que arda.