Necesito lavarme en agua de soda,
hasta que el honor me quede bien resplandeciente
¿Recuerdas cuando me girabas la piel hasta que no quedaba sangre?
Ya no oigo nada en mi cabeza. Nada. Ni una pobre rata quedó dentro
para poder hundirse con el barco.
Luces verdes resuenan en el suelo;
el metal sigue frío entre las sábanas, dibujando a mano alzada.
Sigue el trazo de tu es**ma
que acaba en mi cadera.
Debí enterrarme entre hielo crocante
desde que las neuronas iluminadas se me fundieron
¿Viste dónde se quedó?
En los cuartos cerrados en los que no se puede desandar
lo sucedido. Impregnados de los hechos crudos
con el olor de la carne quemada.