Soy Anadiómene, venida de las aguas del Leteo. Ya no recuerdo, ya no sé. Yo, la de los ojos de azúcar y carbón, he sido cómplice cuando las aguas llegaron a mis tobillos, rompiéndolos. Ya no me sostengo. Yo, Anadiómene, la de las perlas,
dancé por las murallas de Troya con el cadáver de Héctor, el ἔχειν sin mácula. ¿Qué haré ahora? ¿Qué haré siempre? Cuando el alba de dedos de rosa decida tocar mi cara apoyada, de nuevo, en la arena, ¿qué haré?