Hace algún tiempo en un bar conocí a un buen señor de cierta edad, un ejecutivo, Jefe de una empresa de publicidad. Vestía traje de tweed, olía a un perfume de Givenchi, y sin ningún motivo se acercó hasta mí mesa y me dijo así. Dime muñeca, ¿no me encuentras atractivo? Vente muñeca, te invito un aperitivo. Rufino me lleva a jugar al casino, Rufino me invita a comer langostinos, me gusta verle bailar con su aire de pingüino, Rufino es libertino, divino y superficial. Anoche lo encontré sentado en la terraza de un café, disfrazado de moderno, los años embutidos en un corsé. Bebiendo un daiquiri, oliendo a su eterno Givenchi, enfrascado en la lectura por fuera la luna, dentro el ABC. Dime muñeca Rufino Dime muñeca Rufino