L. y M. Fernando Delgadillo, julio 1996 Me gustaban sus caricias y su pelo y sus horas que eran mías, y mis labios en su piel. Y el aroma de ese perfume indiscreto que acostumbraba en el cuello donde tanto le busqué. Me gustaba su llegada y la esperaba asomado a la ventana desde donde veo pasar el va y ven de un mundo tan desconocido que no sé si la he encontrado allí, o quizá en otro lugar Me gustaba la llegada de las horas de llover. Y me gustaban su prisa y cómo flotaban sus pies. Y aunque a días sus imposibles me los contagiaba a mí le conservo en la fotografía que no le devolví. Ella hoy vive donde aguardan mis recuerdos y a otra, que es muy parecida, me ve con ojos de ayer yo sé que ya no es la misma, pero entiendo, que hay algunas ocasiones que me gustaría volver. Me gustaban esas tardes y hallar en los parques las bancas que le hacían lugar a unos novios, y a los otros, que como nosotros, también lo íbamos a intentar. Me gustaban las bombillas, los días de sombrillas, y tener su mano después, Ay, y cómo me gustaba mirarla y besarla, y poderla besar otra vez.