Jamás te recuerdo, porque nunca te olvido, tu cuerpo fue la guarida, favorita de mi cuerpo. Hay un estela de ausencia, de coincidencia literaria, de locas armonias, de piel azteca. Y ahora tengo las arterias, llenas de etcéteras, y un corazon espartano, y unas manos, que creen en los milagros. Pero son tan perezosos, son tan impuntuales, que hermosas tus tristezas, como las mias fatales. Y ahora tengo las arterias, llenas de etcéteras, y un corazón espartano, y unas manos, que creen en los milagros. Al límite de un temblor, de conspiración divina, el rumbo de tus sueños, coincide con mis pesadillas.