Quisiera… quisiera tener un hijo brillante… brillante como un clavel, ligero… ligero como los vientos, para lla… para llamarlo Manuel y apellidarlo Rodríguez, el más preciado laurel. De niño… de niño le enseñaría lo que sé… lo que sé tiene que hacer cuando nos… cuando nos venden la Patria como si… como si fuera alfiler. ¡Quiero un hijo guerrillero que la sepa defender! La Patria… la Patria ya tiene al cuello la soga… la soga de Lucifer; no hay alma… no hay alma que la defienda, ni obrero… ni obrero ni montañés. Soldados hay por montones, ninguno como Manuel. Levánte… levántese de la tumba, hermano… hermano, que hay que pelear, o la de… o la de no, su bandera
se la van… se la van a tramitar, que en estos ocho millones, no hay un pan que rebanar. Me abrigan… me abrigan las esperanzas que mi hijo… que mi hijo habrá de nacer con una… con una espada en la mano y el cora… y el corazón de Manuel, para enseñarle al cobarde a amar y corresponder. Las lágri… las lágrimas se me caen pensando… pensando en el guerrillero: como fue… como fue Manuel Rodríguez debieran… debieran haber quinientos, pero no hay ni uno que valga la pena en este momento. Repito… repito y vuelvo a decir, cogolli… cogollito de romero: perros dé… perros débiles mataron a traición… a traición al guerrillero, ¡pero no podrán matarlo jamás en mi pensamiento!