Consiguió volverse ligero y arder, diluir la losa que cubre sus tímpanos, y escuchar, y escuchar su voz tan limpia que duele, y escuchar. Él juró poner a su nombre la gravedad, suspender los posos del aire entre sábanas, y olvidar, y olvidar su voz tan frágil como el sudor, y olvidar, y olvidar. Dicen que fue el calor lo que hizo del pulso su piel, yo sé que fue su voz y la historia de aquella mujer.
Consiguió volverse ligero y arder. Con él, prendió la maleza, como un retal, la pizca de polvo que tiembla. Y encender, y encender su voz fue todo lo que pidió, y encender, y encender su voz. Dicen que fue el calor lo que hizo del pulso su piel, yo sé que fue su voz y la historia de aquella mujer. Yo sé que fue su voz y la historia de aquella mujer que cayó junto al mar.