Subir y mirar las vegas,
llenas de troncos y brotes,
saber que hay que destriparla
p'a que los trigales broten.
Saber que el fuego del roce
tuesta los músculos hombres
y que la patria nos mira
con ojos de estrella y noche.
Mirar las vegas ajenas
ahítas de camarones
llenas de agua, de junquillos,
y vírgenes de sudores.
Cincuenta hectáreas botadas,
sin manos, trabajadores,
sin un can*l, ni una rueda,
sin melgas ni labradores.
Otras, vegas gringas con medieros,
después cosecha, reparto,
ochenta partes p'al amo
veinte p'al que hizo el trabajo.
Bajar del cerro seis meses,
subir la cuesta llorando,
vegas gringas, con medieros,
por tantos y tantos años.
Allí levantaré casa,
hay vertiente y hay abrigo,
allí sembraré las papas,
acá sembraré mi trigo.
Limpiaré, de la maleza,
aquel potrero vecino
y será tierra, su tierra,
cuando se casen mis hijos.
Mirar las vegas, de arriba,
son una tela pintada,
es lindo mi Chile, lindo,
la más linda de las patrias.
Hacer un camino nuevo,
a punta de ñeque y hacha,
y derramar, cara al sol,
alguna lágrima blanca.
Criar ovejas y ovejas,
hacer un colchón de lana,
labrar una viga pobre,
coger la mujer y amarla.
Mirarse las uñas rotas,
poder sembrar una chacra,
y sentirse campesino,
del campo, no de la Estancia.
Allí arriba nacieron
y murieron muchos míos,
cambiando el trigo centeno
por un diez de blanco trigo.
Hoy contemplando la tierra,
alta de espigas, me digo:
Las vegas, todas las vegas,
ya no son gringas, mi amigo.