Veré los gallos esconderse, las palabras reducirse, las miradas apagarse, todo eso... Veré una piedra humedecerse, las cenizas calentarse, los silencios acusarse, todo eso, y aun más. Cuando se llegue al tiempo de la vida y haya un segundo para detenerse y nos sentemos con igual frescura que las piedras de un arroyo viejo. Cuando juzguemos hazaña por hazaña, sin otros vicios que no sea lo cierto ya la guitarra será blanca y negra llena de humo en el extremo firme. Y tantos huesos chocarán, rugiendo, desmembrando el alma para siempre. Veré los mitos desnudarse
con su banda descompuesta por un golpe de cabeza todo eso... Veré los pájaros alzarse en vuelo raso sobre el polvo descargando sus gargantas todo eso, y mucho más. Cuando las voces del clamor guardado sean el ruido natural del mundo. Cuando se junte el pie con la cabeza pese a la biología persistente y cada casa sea un cayo verde, como una torre para todo el mundo, y en mí repose una cabeza hermosa larga y redonda como un buen océano. Y tantos huesos chocarán, rugiendo, desmembrando el alma para siempre. Para siempre, para siempre.