Con un lazarillo llegás por las noches trayendo las quejas del viejo violín, y en medio del humo parece un fantoche tu rara silueta de flaco rocín. Puntual parroquiano tan viejo y tan ciego al ir destrenzando tu eterna canción, ponés en las almas recuerdos añejos y un poco de pena mezclás al alcohol. El día en que se apaguen tus tangos quejumbrosos tendrá crespones de humo la luz del callejón y habrá en los naipes sucios un sello misterioso y habrá en las almas simples un poco de emoción.
El día en que no se oiga la voz de tu instrumento cuando dejés los huesos debajo de un portal, los bardos jubilados sin falso sentimiento con una canzonetta te harán el funeral. Parecés un verso del loco Carriego. Parecés el alma del mismo violín. Puntual parroquiano tan viejo y tan ciego tan lleno de pena, tan lleno de spleen. Cuando oigo tus notas me invade el recuerdo de aquella muchacha de tiempos atrás, a ver, viejo ciego, tocá un tango lerdo, muy lerdo y muy triste que quiero llorar.