[I]
Invoco a la poesía, diosa de la retórica
Y con éste humilde ramo de versos al mundo ofrendo;
Pero nadie parece oír el grito de mi alma afónica
Me hacéis sentir incomprendido pero os comprendo
Arrastro el rostro y busto mustios
No hay dios, ni tan siquiera el tiempo es justo
Pero de entre el dolor me yergo con las alas rotas
Porque palabras y notas esconden bellezas ignotas
Así mi verso penetre tu pecho sin rozarlo hasta llegar al alma
Igual que traspasa el cristal la luz del alba
Comparte tus lágrimas, tú que nunca expresas
Que lloras hacia dentro, tú, avaro de tristezas
Sal gota de sal de la cárcel de esos ojos
Y no permitas que la sombra vuelva a entrar por sus rejas
[II]
A lo largo del camino fui recolectando palabras
De los jardines del tiempo arranqué las más bellas y raras
Algunas vinieron solas a mí en blancas noches sin luna
Como ángeles batiendo sus tácitas alas
Pero a otras como a perlas, me sumergí a buscarlas y casi me ahogo
En la turbia y profunda tristeza de mi alma
¿Para qué entregarse al arte?
¿Para después de polvo ser luz para los que aún son carne?
¿O es tal vez mi alma, que aterrada por la muerte
Se aprovecha de mi cuerpo para perpetuarse?
Pero, ¿qué son éstos tristes trinos que yo rimo?
¿Acaso ignotos himnos que el tiempo hará dignos
O tan sólo frágiles signos que borran los siglos?
Inútil designio cuando se apague el dios ígneo
Qué necia vanidad la del genio
Que en un mundo a punto de extinguirse sueña con ser eterno