Gracias a ti, porque al partirme el alma,
me enseñaste lo que era el desengaño,
porque al darme este golpe por la espalda
me arrancaste el amor que me hacía daño.
Porque mientras pensaba ingenuamente
que eras tú lo que tanto había soñado,
te volviste can*lla de repente
traicionando un amor que fue sagrado.
Gracias al fin, porque aunque te hayas ido
sin piedad para siempre de mi lado,
ya no siento el dolor de haber perdido,
mi fracaso de ayer ya está olvidado.
Y tal vez, por lo mucho que he querido
ya no pienso en las cosas del pasado,
sólo guardo el recuerdo de aquel nido
y el inmenso placer de haber amado.