"Gracias, muchísimas gracias. Gracias por estar aquí para compartir esta "Vida en tiempo de tango". Y viéndolos se me ocurre preguntarles si hay aquí público mío de hace veinte años. Hmm, ¡Uy, qué bueno! ¿Y hay público nuevo también? Me parece que es el mismo. No, ¿No?. A ver, son otros los nuevos ¿no?. Bueno, a los primeros gracias por la memoria, y a los segundos gracias por la curiosidad. Y tal vez ambos se hayan preguntado qué se le dio ahora a esta mujer por cantar tangos. La verdad es que uno no siempre tiene una respuesta para todo, pero yo amo el tango, y lo amo desde que era muy pequeña y jugaba, sentada en el suelo, al lado de mi abuelo, inmigrante, que en las tardecitas iba poniendo, uno a uno, sus discos de pasta, de tango, en la vitrola. Tengan en cuenta que ya soy del milenio pasado. Bien, sea como sea, así aprendí a amar el tango, y escuchando "Yira yira" aprendí que hay un hambre que es más grande que el hambre del pan y es el hambre que producen siempre las grandes ciudades, donde uno lucha solo, entre millones de indiferentes. Londres gris, Nueva York gris, Buenos Aires gris, todas son iguales. Porque los seres humanos de las grandes ciudades no tenemos tiempo para atender las lágirmas de un desengaño. Las ciudades grandes no tienen tiempo de mirar al cielo."
Cuando la suerte, que es grela,
fallando y fallando te largue parao.
Cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao,
Cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer secándose al sol.
Cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar
la indiferencia del mundo
que es sordo y es mudo
recién sentirás.
Verás que todo es mentira.
Verás que nada es amor.
Que al mundo nada le importa.
Yira yira.
Aunque te quiebre la vida.
Aunque te muerda un dolor.
No esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.
Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres que vos apretás.
Buscando un pecho fraterno
para morir abrazao.
Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa que vas a dejar
te acordarás de esta otaria
que un día, cansada, se puso a ladrar.
Verás que todo es mentira.
Verás que nada es amor.
Que al mundo nada le importa.
Yira yira.
Aunque te quiebre la vida.
Aunque te muerda un dolor.
No esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.