El puño labrador se aterciopela, Y en cruz en cada labio se aperfila Es fiesta!, el ritmo del arado vuela, Y es un chantre de bronce cada esquila Afílase lo rudo, habla escarcela... En las venas indígenas rutila Un yaraví de sangre que se cuela En nostalgias de sol por la pupila Las pallas, aquenando hondos suspiros, Como en raras estampas seculares, Enrosarian un símbolo en sus giros Luce él, Apóstol en su trono, luego; Y es', entre inciensos, cirios y cantares, El moderno dios-sol para el labriego Echa una caña al aire el indio triste, Hacia el altar fulgente va el gentío El ojo del crepúsculo desiste De ver quemado vivo el caserío La pastora de lana y llanque viste, Con pliegues de candor en su atavío, Y en su humildad de lana heroica y triste, Copo es su blanco corazón bravío
Entre músicas, fuegos de bengala, Solfea un acordeón, algún tendero Da su reclame al viento: "¡Nadie iguala!" Las chispas al flotar lindas, graciosas, Son trigos de oro audaz que el chacarero Siembra en los cielos y en las nebulosas Madrugada, La chicha al fin revienta En sollozos, lujurias, pugilatos; Entre olores de urea y de pimienta Traza un ebrio al andar mil garabatos "Mañana que me vaya..." se lamenta Un Romeo rural cantando a ratos Caldo madrugador hay ya de venta, Y brinca un ruido aperital de platos Van tres mujeres...silba un golfo... Lejos el río anda borracho y canta y llora Prehistorias de agua, tiempos viejos Y al sonar una caja de Tayanga, Como iniciando un huaino azul, remanga Sus pantorrillas de azafrán la Aurora