Por lo alto de los tejados
la mañana va amaneciendo,
y se oyen nuestras voces,
subiendo por el metro.
Abren los cerrojos
de las primeras cafeterías
y dejamos de recuerdo
una caricia en cada esquina.
Cuando de tanta noche,
hemos perdido la vergüenza,
vamos dejando un rastro
de ropa por la escalera.
Buscando un refugio
lejos de las miradas,
que empiezan a aparecer
con las luces de la mañana.
Y qué felicidad
cuando los brazos se abren
con la forma de abrazar.
Cuando los besos salen
sin tener ningún motivo.
Cuando llenamos
los silencios de suspiros.
Y qué felicidad
sentirse desalmado
y sin nada que ocultar.
Y entregarlo todo
sin tener ningún tapujo,
como si mañana
fuera a acabarse el mundo.
Y qué felicidad...
Y para asegurarme
de que lo vivido es cierto
no dejo de mirarte
para saber que no es un sueño.
Y nos levantamos
a mitad de la jornada.
Ya llegamos tarde a todo,
sin contar con la resaca.
Y qué felicidad
cuando lo brazos se abren
con la forma de abrazar.
Cuando los besos salen
sin tener ningún motivo.
Cuando llenamos
los silencios de suspiros.
Y qué felicidad
sentirse desalmado
y sin nada que ocultar.
Y entregarlo todo
sin tener ningún tapujo,
como si mañana
fuera a acabarse el mundo.
Y qué felicidad,
querernos de ésta manera,
sin motivo, sin contrato, sin tarjeta.
Soy amor...
que la felicidad...
y el amor sincero
no se paga con dinero,
no tiene precio.
Ay amor...
Y qué felicidad,
querernos de ésta manera,
sin horarios, ni contratos, ni tarjetas.
Que felicidad,
querernos de ésta manera.