Tal vez el disparo
de mi saliva sobre tus párpados
te hiriera
como una espina.
Sólo pretendí, Madona de las Tinieblas,
el milagro de la luz en tus pupilas;
que tu mirada viera
cómo la mía miraba
la tuya, tan ajena...
lágrima de sangre
cuánto lamento verte
esa lágrima de sangre.