El rey se muere, ya se muere el rey, La reina se arrodilla junto a él y su hijo, el sucesor, junto al lecho del dolor contiene su emoción. La corte observa con gran frialdad la muerte lenta de su majestad. Entre el llanto y la oración logra alzar el rey su voz para el postrer adiós.
Y tras los óleos de la extremaunción al fin expira su último estertor y comienzan a tocar a difunto las campanas de la catedral. El rey a muerto, viva, viva el rey. La misma corte aclama al nuevo rey. Todo se repetirá, el rey ha muerto, perro puesto con otro collar.