Cuando despierto
y me encuentran las noches
lejos del sueño,
entregado, al abrazo
que me da el lecho,
voy librando combates
contra mi cuerpo.
Levanto el peso
de mi carne abrasada
por mil infiernos,
la conduzco a la calle
a que le dé el fresco
y me enciendo una nube
contra los nervios.
Y el humo se retuerce
y luego dibuja figuraciones,
los transeúntes se transforman
en buitres y tiburones...
buitres y tiburones.
Siento acercarse
monstruosas presencias
por todas partes,
buitres con rostro humano
y ojos de nadie,
tiburones con manos
llenas de hambre.
El día nace,
se recogen las sombras
tras los portales
y la boca del lobo
esconde sus fauces...
un olor a derrota
perfuma el aire.