Soñando que soñaba me encontré al lado de un extraño personaje, un viejo entre el Capricho y el Desastre fundido a una paleta y a un pincel. Pintaba, ensimismado, en la pared un fresco con los locos más infames revueltos en un sórdido aquelarre a modo de ensalada Veaudelaire. Quinta del Sordo, casa de locos, el Sueño de la Razón produce monstruos. En medio de la insólita reunión batíase el de la Triste Figura en duelo contra un órgano que Schumann tocaba con la oreja de Van Gogh. Bailaba junto al fuego Maldoror un vals con Luis II de Baviera debajo de los pétalos que Ofelia
regaba desde un éxtasis de Artaud. Sufría una iluminación Rimbaud y en ella se le aparecía Hamlet montado a lomos del Marqués de Sade tirado por Calígula y Nerón. Atada por el Capitán Ahab dejábase violar Juana la Loca por Hölderlin y Nietzche en plena euforia, un poco más allá del bien y el mal. Transido por aquella bacan*l de reyes, criminales y poetas caí desvanecido en la quimera del otro lado de la realidad. De pronto aquella orgía se esfumó y al despertar me vi mirando a Goya dormido bajo el Reino de las Sombras del sueño que soñaba mi razón.