El mar, que fue una palabra vacía y sin horizonte, hoy es un niño que canta sobre cuarenta prisiones, un niño que se despierta como una ola gigante, lleva en un puño una perla y un coral rojo en la sangre. A por el mar, a por el mar que ya se adivina, a por el mar, a por el mar, promesa y semilla de libertad, a por el mar, a por el mar... El mar nos está esperando a poco tiempo del sueño,
sólo es cuestión de unos pasos, esos que reprime el miedo, vayamos, pues, a abrazarlo como un amante que vuelve de un tiempo que nos robaron, ese que nos pertenece. El mar es más que un paisaje, también es un sentimiento, es un corazón que late negándose a seguir muerto; no rinde más obediencia que la que exigen los vientos, no lo sujetan cadenas ni se detiene ante el fuego.