Mientras iba de tu mano hacia la montaña,
unos días eran fuego y otros eran llamas.
Dentro del espejo donde no me reflejaba,
la promesa que en la cima nos aguardaba.
Pero una vez allí las nubes no nos dejaban ver el suelo
y una sensación que tuve fue miedo.
El camino de bajada era más estrecho,
se podría decir una bajada a los infiernos.
Te pedí que me guiaras cuando estaba ciego,
la montaña fue quien respondió con eco,
un eco que reproducía exactamente mis lamentos,
los sueños que una vez tenía y ya no tengo.
Un camino de torturas y de sufrimiento
que me ha traído donde ahora sigo muerto,
rezando para que alguien me levante del suelo,
donde estoy abandonado.
Así que te pedí lo menos y no quisiste darme nada
y ahora que ya no te quiero, me llamas, me llamas ...