En la triste mañana de un día invernal
una rosa roja yo vi en tu rosal.
Yo quise ofrendarla en prueba de amor
y al ir a tocarla la rosa me hincó, me hincó.
Y al ir a tocarla la rosa me hincó.
Brotó de mis dedos la sangre rojiza
de un rojo tan vivo como el de la flor
y dije enseguida: amor con herida,
¡qué dulce dolor!
Así fue mi primer y único amor:
nació de una rosa,
perfume y espina,
amor y dolor.