La casa abandonada, llena de telarañas sólo le sirve de fría madriguera para calmar la sed de la soledad. Noches enteras lamentando todo lo que hizo mal, todo lo que no hizo y lo que nunca hará. Forja sus días a golpes de martillo, no hay ni respuestas, sólo sigue el camino. Se deja llevar, humillar y maltratar,
penitencia que no, que no le servirá para recuperar su frágil dignidad. No, ya nada me importa, mis días se acaban, tú eras lo único que me hacía soportar mi vida de animal, de manos vacías, de días que empiezan igual que acabarán. Lo sé, me debería marchar, dejar esta vida atrás, como tantas veces planeamos tú y yo.