La casa abandonada,
llena de telarañas sólo le sirve
de fría madriguera para calmar
la sed de la soledad.
Noches enteras lamentando
todo lo que hizo mal,
todo lo que no hizo
y lo que nunca hará.
Forja sus días
a golpes de martillo,
no hay ni respuestas,
sólo sigue el camino.
Se deja llevar,
humillar y maltratar,
penitencia que no,
que no le servirá
para recuperar
su frágil dignidad.
No, ya nada me importa, mis días se acaban,
tú eras lo único que me hacía soportar
mi vida de animal, de manos vacías,
de días que empiezan igual que acabarán.
Lo sé, me debería marchar,
dejar esta vida atrás,
como tantas veces planeamos tú y yo.