Son mis recuerdos cementerios de horas muertas a las que dedico esta elegía, teñida en ocre por el humo insoportable y monocorde de una armónica maniaco-depresiva a lo Bob Dylan. Del silencio restante, hagan banquete las polillas mientras no encuentre palabras de naftalina. O tal vez palabras de gasolina. ¡Eh, tú! ¿llevas fuego encima? Ella, ella es un rock and roll, el cuello le huele a nenuco, las rodillas a orina. Mis labios son están sucios y oxidados
como un micrófono y me sé la canción de corrida. Reinventé cuatro tópicos manidos, versifiqué mis desvaríos, alcanzando cierta fama como orador comprometido en todos los debates televisivos; que hasta las madres comentaban al verme, ¡qué bien habla este niño pa ser tan punkie y tan autodestructivo! Del silencio restante, hagan banquete las polillas mientras no encuentre palabras de naftalina. O tal vez palabras de gasolina. ¡Eh, tú! ¿llevas fuego encima?