Bastaba con una canción, un vino para repetir, un solo beso en Plaza Nueva. Sonámbulos por el calor, la noche no tenía fin entre tu cuello y tus caderas. Ritos de amor, decías, una rosa y seré para ti. No encontrarás la mía, la que quiero no está en un jardín.
Vino el invierno y blanqueó de punta a punta esta ciudad: no siempre hay rosas en Granada. Y decidiste proseguir en tu aventura de encontrar la rosa azul, la más preciada. Por más que la nombraba, yo no entendía: ella buscaba la Rosa de Alejandría.