La oveja negra de la familia mató al lorito con perejil, destrozó el piano de tía Cecilia, saltó la cerca, dejó el redil. La oveja negra ya se ha juntado a otras ovejas negras como él. Como no hay hierba fresca en el prado comen coronas de laurel. Pero el laurel que es extraordinario de condimento para guisar, a palo seco, por el contrario, deja bastante que desear.
La oveja negra cogió un buen día y se largó sin decir ni mu, avergonzada al saber que huía porque encontraba pobre el menú. La oveja negra vendió su lana asegurando que era astrakán: el mercachifle, la gran fulana se hizo más rico que el Aga Khan. Y su familia toda se alegra al verla gorda del buen comer y ella recuerda su lana negra que nunca más volverá a crecer.