Tengo una novia que finge que no tiene orgasmos, y, al reprimir sus espasmos, al sofocar su laringe, me pone cara de esfinge. Finge, finge, finge, que yo lo sé, yo sé que finge. Yo sé que es una artimaña contra mi autoestima, y es que le doy mucha grima, siempre de hazaña en hazaña, por eso me mete caña, caña, caña, caña, pobre de mí. Y ron de caña. El ron de caña, oh qué desdicha, el ron de caña si que empaña la susodicha. Al primer ron aún sirvo de algo, pero al segundo casi no cundo, casi no valgo. Y al tercer ron soy un escombro con mi autoestima por la tarima, manga por hombro. Y le susurro a la oreja al ver su entusiasmo: estás teniendo un orgasmo, se te ha movido una ceja, tu cuerpo se desmadeja,
deja, deja, deja, déjate ir no tendrás queja. Viendo que da su artimaña nulos resultados, sus uñas en mis costados, se deja ir y me araña fingiendo un poco de saña. Caña, caña, caña, pobre de mí. Y ron de caña. El ron de caña sí que me afecta, el ron de caña, el que me acompaña mi edad provecta. Al primer ron aún sirvo de algo, pero al segundo casi no cundo, casi no valgo. Y al tercer ron soy sólo un lastre, con mi autoestima por la tarima, para el arrastre. El ron de caña me compromete, el ron de caña, que me desmaña. Y ya van siete. Al primer ron aún sirvo de algo, pero al segundo casi no cundo, casi no valgo. Y al tercer ron perezco un leño. con mi autoestima por la tarima ronca su sueño.