Piero della Francesca, geómetra y pintor, harto de placeres sensuales y medio muerto de amor y platonismo, Piero della Francesca, dijo un día: el dodecaedro me conmueve hasta la ternura. Pues bien, si a Piero lo conmovía el dodecaedro hasta la ternura, a mí me indigna el pentágono me chiflas trapecios y paralelas hasta el infantilismo, me aburre el cuadrilátero, con eso púgiles, hasta el bostezo total. Me oprimen las altas esferas hasta dolerme el pecho, me ocupan parábolas,
les pongo música, me dan de comer. Soy socio de un círculo y voy los lunes, y amigo de Pí que viu a Barcelona. Me abruman las pirámides hasta el cimborrio, me pesa el cubo. Y en cuanto al dodecaedro en sí no sé si he visto alguno. Per hasta la ternura, lo que se dice hasta la ternura, sólo me conmueve el óvalo, el óvalo de tu cará, morená, saladá, morená, saladá, y también el cono. Y también el cono, morenó, saladó, hasta el arrobo.