Me lo dicen amigos y enemigos:
que tú eres mi único problema
desde que ya no estás conmigo.
Dedícale a Cupido esta esquela,
virgen del desconsuelo y del peligro.
Las noches ya no son como eran antes,
ni son igual los bares y sus rostros.
Quedó esta pena de sala de embarque
y yo con este insomnio, tan nosotros,
cegada por la luz de otros amantes.
Cuando me echo a la calle, vida mía,
se paran el reló y los calendarios,
los andenes son todo despedidas,
tu nombre ya no está en el diccionario
y antes de la muerte ya no hay vida.
Si tú eres mi problema y mi pecado,
quiero escapar contigo hasta el infierno,
pagar mis penitencias a tu lado.
Sin sentencia, mi vida, me condeno
a la cárcel sin puertas de tu abrazo.
Buscando entre el escombro del pasado
no encontraré el perdón. Tan sólo tengo
el recuerdo de un coche abandonado,
la tristeza y el tedio de los presos,
una cena sin vino ni invitados.
Te espero cada noche a mi regreso
a ese erial que es nuestra cama, incluso
después de haber gastado cien mil besos
quemándome mis labios. Yo me acuso
de descubrir tu carne en otros huesos.
Cuando me echo a la calle, vida mía,
se paran el reló y los calendarios,
los andenes son todo despedidas,
tu nombre ya no está en el diccionario
y antes de la muerte ya no hay vida.
Si tú eres mi problema y mi pecado,
quiero escapar contigo hasta el infierno,
pagar mis penitencias a tu lado.
Sin sentencia, mi vida, me condeno
a la cárcel sin puertas de tu abrazo.