Veo tus ojos reprimidos, necesitas desahogarte. Y tu cuerpo envejecido, porque siempre lo has tenido. De rodillas sobre el suelo, salpicada de lejía. Y esos niños engendrados, que te fueron devorando. Y maldices aquel día que aceptaste tu fracaso.
Y ahora lloras en silencio, mientras esperas la muerte. Tus ideas se quedaron entre ruidos de cocina. Humillada y maltratada, entregada a su capricho. ¡Madre!, ¡madre! rómpele la cara a ese cabrón, ...¡nunca es tarde!.