Morir en tu cuerpo, en ese tesoro sin dueño, que me emborracha y que me seduce. Morir en el delirio de esos ojos tristes, en el delirio de esa luz infinita que me encandila; que flotando entre sueños me arrastra hasta tu río, una visita hasta la vida misma. Llorar y dormir bajo esa misma luna,
trepar hasta tu inmenso cielo; hasta la esencia de lo más puro, lo más hermoso. Uno nunca sabe por quien puede vivir, uno nunca sabe por quien puede morir. Uno busca en el cielo espejos nuevos. Cristal tan frágil como mi destino, cristal tan duro como este camino... como este camino.