Te preguntas:
qué ha sido de mí
en los últimos meses,
desde que me fui
con las aves más viejas
que emigran al sol;
si mi canto se ha muerto
entre sueños de amor.
Y confundes la falta de fe
con la pena y el llanto
que marcan mi sien,
y entre tantas preguntas
llegas a pensar
que he olvidado tu beso
y tu forma de estar.
Que de nada ha servido
perder la belleza...
de tanto mimar.
Vivo con mis sueños al pairo,
así, como siempre
sigo siendo lo mismo
que en aquel entonces:
una oveja perdida, un poco más viejo
o, no sé, tal vez más inocente.
Entre las algas y los caracoles
me hice una amante fiel a mi manera,
sin más defensa que las ilusiones
o el vuelo que me trajo una paloma.
Abandoné mi cuerpo a la llovizna
y he sentido la falta de tu beso,
pero me dio la lluvia una riqueza
que tu aliento y tu beso no me dieron...
He visto que la flor se muere sola
porque siempre le falta un compañero.
Cuando la soledad me acariciaba
aprendí el refranero de memoria,
alimentando el verbo y la sonrisa
de una brisa nocturna y aleatoria.
Y tras almacenar rayos de luna
comprendí que la dicha no era eterna,
pero la tierra siempre blanda y buena
acunó mi canción y me dio fuerza.
He tenido en mis manos las palabras
que, te confesaré, sirven de poco,
los besos se reparten como el agua
y la sed sigue siendo para todos.
Como vez, solamente he vivido
del alba al ocaso,
como un labrador,
hoy cuento con mis brazos,
sin miedo, sin prisa,
creo que eso sí que ha cambiado
mi risa...
Tengo un grebo para resistir
la nostalgia y el tiempo,
creo en el amor,
ahora paso el invierno
más cerca del mar,
no me faltan amigos,
tengo un trozo de pan...
mi guitarra y un hijo, en fin,
que no me puedo quejar.
Y aunque he sido feliz... pienso en ti.