Con el audaz lenguaje de lo insomne
y bajo el callejeo constante de la lluvia
se hizo saltar la temerosa blusa
al influjo de la luna el cuerpo expuso
al milagro de la luz el pecho impuso
y desnuda convocó sus emociones.
Se delineó en sus senos las estrellas
con un ansia quemante y vigorosa
y reventó desde su piel la rosa
que el contacto y el roce redimieran,
desgarraron su carne las entregas
y bajaron por sus bordes los ardores.
La madrugada alimentó su febril goce
con todo un vendaval de placer entre los dedos
y de deshizo entre humedades y jadeos
presa de todo el desconcierto y el derroche.
Y sofocada en fantasías y reproches
calmó hasta el fin el huracán de sus deseos
mientras afuera apreciaba el aguacero
como un vigía voluptuoso de la noche.