Soñando en Robin Hood de madrugada
la juventud de un soplo aparecía
si un clima pegajoso erosionaba
mi piel de caribeño equilibrista.
Después pasé a ser Nemo y transitaba
tan vivo en su Nautilus la marina
que las veinte mil leguas navegaba
no fueron sino el punto de partida.
Aquí, aquí, donde no pasa nada,
aquí, aquí, de donde no partí
y así, así sigue en desbandada
así, así lo que amando fui.
Si en Robinson Crusoe me transformaba
asido a su truncada travesía
una corriente cálida y avisaba
la vuelta a la sin razón y la apatía.
Con D'Artagnan la noche cabalgaba
París junto a su espada socorría
y así se nos fue encima la mañana
tramando que jamás regresaría.
Pinocho puso lo que me faltaba
viajando en su ballena enardecida
y quiso el comején que terminaran
mis juegos en motín al otro día.
Como último recurso ambicionaba
calzar la zapatilla a Cenicienta
y cuando casi el ruego realizaba
me rechazó el zapato por austera.
El viento no flamea de mi parte
y es que yo mismo a ratos no me entiendo
propones la ilusión como estandarte
y el mundo te devuelve un testamento.
Los héroes que formaron mi equipaje
cuando ni despegaba el subsuelo
se negaron hoy día a acompañarme
de tan materialista que me he vuelto